domingo, 12 de octubre de 2025

LOS FANTASMAS DE GOYA DESPIERTAN EN SITGES… “EL FANTASMA DE LA QUINTA”, DE JAMES A. CASTILLO, LLEGA A LA MECA DEL CINE DE TERROR

INTRODUCCIÓN

Tras su estreno mundial en el Festival de Tribeca (Nueva York), la película llega a Sitges para invocar a los fantasmas de Francisco de Goya en el lugar más emblemático del cine de terror, y para celebrar su selección en el certamen, Illusorium y Martirio Films han encargado al ilustrador Hans Woody la creación de un cartel especial con motivo de su paso por Sitges. Es éste que aquí os mostramos.

Para su director, James A. Castillo, «No tiene ningún sentido venir a Sitges si no es para hacerse notar y teníamos claro desde el principio que queríamos hacer un póster especial para el festival, algo que marcase un hito en la carrera del cortometraje. Cuando Hans Woody aceptó hacernos el cartel fue increíble. Teníamos claro que tenía que ser alguien que pudiese homenajear a Goya, que entendiese su obra y supiese cómo aprovechar la oportunidad para hacer un cartel especial. Creo que es evidente que la decisión fue acertada.»

Ambientada en 1819, la película narra el delirante descenso del pintor a la enfermedad, el aislamiento y el terror absoluto mientras pinta sus Pinturas Negras como un último exorcismo de su alma. La Quinta del Sordo, la casa real donde Goya vivió sus últimos años, se convierte en la narradora espectral de esta historia, con la voz hipnótica de Maribel Verdú (Y tu mamá también, El laberinto del Fauno, Los girasoles ciegos, Blancanieves).

SinopsisEs 1819 un agotado Francisco de Goya se retira a “La Quinta del Sordo” para vivir sus últimos días apartado de la vida pública y concentrarse en su trabajo. Desafortunadamente, en la más absoluta soledad de esa humilde casa de campo, el pintor cae gravemente enfermo. Más cercano a la muerte que nunca, Francisco de Goya recibe la visita de los fantasmas de su pasado. Atormentado por sus visitas y con su salud deteriorándose rápidamente, Goya realiza las pinturas negras sobre las paredes de su casa como último recurso para expulsar a los fantasmas de su vida, perdiendo casi todo en el proceso, incluida la cordura y casi, la vida.


Sobre el director, James A.Castillo

Natural de Madrid, James inicia su carrera en el mundo de la animación hace más de una década. Empezó en Singapur, donde pasaría dos años tras acabar sus estudios. Desde entonces su carrera le ha llevado a trabajar en España, Inglaterra, Francia y Estados Unidos. Comenzó su carrera como diseñador, trabajando en los departamentos de arte de algunos de los estudios más importantes de Europa y América. Ha sido director de arte, diseñador conceptual, diseñador de personajes y artista de storyboards. Entre sus clientes se encuentran estudios como Sony Pictures, Nickelodeon, Netflix y Warner Brothers. Algunas de las películas en las que ha trabajado incluyen “Ninja Turtles: Caos Mutante” (Paramount) o “Los Mitchels contra las máquinas” (Netflix). En el verano de 2021 debutó como director estrenando su película de realidad virtual “Madrid Noir” (Oculus) en el festival de cine de Tribeca de Nueva York. Donde se ganó tanto el apoyo de la crítica, como el de la audiencia. Además de participar en más de una docena de festivales internacionales. La película ganó varios premios incluido el premio a Mejor experiencia del año en los VR Awards, el Crystal Owl a la Mejor Experiencia Narrativa en Stereopsia y un Webby Award al mejor proyecto inmersivo en 2022. Además, Madrid Noir fue galardonado con un prestigioso Emmy a mejor proyecto interactivo en 2022. Desde su primera película, James hace un compromiso por abordar la animación desde una perspectiva de género. Celebrando el medio y exprimiendo su potencial para contar historias que lleguen a nuevas audiencias.

En 2023, fundó Martirio Films, una productora de animación independiente que espera fomentar la animación para adultos dentro del ámbito nacional, con una proyección internacional.

El fantasma de la Quinta supone su primera producción nacional.

RESEÑA: UN VIAJE VISUAL A LA OSCURIDAD

Desde su arranque, El fantasma de la Quinta se posiciona como una obra de atmósfera densa: cada encuadre respira un aire gótico y opresivo, donde las sombras tienen peso y los espacios interiores se sienten como cráneos que laten. La animación apuesta por un estilo realista, pero no carente de deformidad: rostros, paredes y objetos parecen tensarse en cada escena, como si el mundo entero estuviera conteniendo una respiración. 

Ese contraste visual —entre lo bello y lo perturbador— es uno de sus aciertos más notables. No se recurre al susto fácil ni a saltos abruptos: el horror es psicológico. La paleta tiende hacia ocres, grises apagados, tierra quemada, negros densos, con destellos rojizos que parecen doler más que iluminar. En ese ambiente, los materiales y texturas (piedra, yeso, madera lacerada) cobran carácter: casi se perciben como piel envejecida, rindiente, con grietas que susurran.

Uno de los aciertos más audaces del corto es su decisión de no ponerle voz a Goya, sino de hacer que sea la propia Quinta del Sordo la que narra la historia. Esa elección narrativa es profundamente simbólica: la casa se convierte en testigo y en catalizadora del tormento del pintor. Aquí es donde aparece Maribel Verdú: su voz encarna esa memoria física, con un tono melancólico, capaz de transformarse en reproche o susurro, y con una musicalidad que bien recuerda a la prosa perfectamente orquestada. 

El resultado es una voz narrativa que no compite con las imágenes sino que se funde con ellas. Esa voz femenina proyecta una intimidad poderosa: siente con las grietas, las humedades, el eco de los pasos. A ratos agradece al pintor por “crear su palacio”, otros lamenta convertirse en mausoleo. Esa dualidad —amor/traición, morada/sepulcro— cobra sentido gracias a Verdú, que maneja cada palabra con excelente maestría.

El fantasma de la Quinta
no es un ejercicio decorativo de horror animado, sino un ritual de memoria: una casa que habla, un pintor que se desnuda, una sombra que no se apaga. Su estilo visual —oscuro, denso, lleno de fisuras— nos arrastra hacia un territorio interior. Y la voz de Maribel Verdú es el hilo frágil que une espectador y ente, dándole al relato un sentido poético y trágico al mismo tiempo.

Para quienes aman una animación que no rehúye lo incómodo, lo simbólico, lo atormentado, este corto llega con fuerza: invita a volver la mirada, a mirar los muros, a escuchar lo que esos muros podrían estar diciendo. Te deja con la sensación de que algo se movió dentro cuando apagaste la pantalla.

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